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Víctima militante. Víctima perpetua


victima militante victima perpetua

A lo largo de la Historia, incontables mujeres, niños y hombres han sido maltratados intencionadamente pero, hasta hace relativamente poco tiempo, solían pasar inadvertidos fuera de su entorno familiar. La razón es que el uso de la fuerza, para solventar disputas y apañar malentendidos, era una práctica habitual. Además, la resignación, ante los desastres constituía un mecanismo fundamental de supervivencia.


Gracias a los avances sociales, vivir una vida razonablemente libre y segura ha dejado de ser una utopía, para convertirse en una expectativa normal y hasta en un derecho.

Hoy en día, sobre todo en los países occidentales, las víctimas de desgracias gozan de una consideración social sin precedentes. De hecho, en los últimos años, se han multiplicado las asociaciones creadas por y para las víctimas, todas ellas muy activas, con sucursales por todo el país y que utilizan el término "víctima" en su nomenclatura oficial.


Sin restarle un ápice a los beneficios que aportan estas asociaciones, creo que no es prudente ignorar sus posibles efectos secundarios sobre la identidad que se forjan algunas víctimas y, consecuentemente, sobre su autoestima.


El carácter de víctima supone un pesado lastre y estanca a las personas el un ayer doloroso, manteniéndolas esclavas del miedo y del rencor, en demanda de un ajuste de cuentas. Pasar página no implica negar ni olvidar el daño recibido, sino entenderlo como un golpe doloroso ineludible, de los muchos que nos impone la vida y que se incluye en la autobiografía como una tragedia terrible, pero como una experiencia trágica que fue superada. En general, quienes pasan del estado subjetivo de víctima al de superviviente en el período de un año, aproximadamente, perciben los agravios del ayer como crueles desafíos que ya vencieron y retoman de nuevo el timón de sus vidas. Naturalmente, que habrá personas que requerirán más tiempo pero, aún así, la transición víctima-superviviente es saludable para disminuir la intensidad de los sentimientos de descontrol e impotencia asociados al trauma.


El rumbo de nuestras vidas a menudo se altera por infortunios inesperados que nos rompen y nos convierten en víctimas. Ante estas situaciones, la mejor ayuda que podemos recibir es la que incluya comprensión, apoyo, respeto y estímulos para recuperar la capacidad de forjar por nosotros mismos nuestro propio destino.







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