Hablar, describir, compartir
"Las palabras son llaves del corazón"
Las palabras son fundamentales para conectarnos con el mundo exterior, crean nuestras relaciones y nos permiten dar entrada, mutuamente, a nuestros respectivos mundos personales.
Comunicarnos es bueno para nuestra salud mental y física.
En todas las culturas las personas buscan conectarse mutuamente, y el lenguaje es el mejor método para conseguirlo. La sincronía entre las personas se manifiesta, también, en la facilidad con la que contagiamos nuestros estados emocionales como la alegría, el entusiasmo o la confianza. Los seres humanos también nos comunicamos mediante gestos y mensajes subliminales de intensidad, a veces, demasiado tenue para ser claramente perceptible por nuestros sentidos.
Encontrar personas afines con las que charlar es siempre gratificante y liberador. La tendencia a reunirnos entre nosotros ha sido y es común en todas las épocas. Unas veces se trata de compartir experiencias gratas y, en otras ocasiones, los encuentros puedes servir también para compartir inquietudes o malestar. Hablar y compartir con otras personas aquello pensamos o sentimos es verdaderamente reconfortante en un mundo tan dinámico y cambiante como el que vivimos. No estamos solos, podemos compartir nuestras preocupaciones con otros y recibir apoyo emocional.
Encontrar personas afines con las que charlar es siempre gratificante y liberador.
Hablar es sano y tiene un efecto curativo, porque hablando nos conectamos, nos desahogamos y nos liberamos de pensamientos y emociones agobiantes. Al describir las imágenes y los sentimientos que nos abruman reducimos su intensidad emocional y minimizamos la posibilidad de que queden atrapados en el inconsciente y generen ansiedad, depresión o debiliten el sistema inmunitario. Quienes nos consuelan ejercen su capacidad empática.
En nuestra trayectoria vital son muchos los momentos en los que nos asalta la tristeza o la incertidumbre. Es habitual tratar de disimular o reprimir con alcohol o pastillas estas emociones desagradables para intentar mantener el equilibrio mental o la compostura social. No obstante, emplear la palabra para validar la realidad de estas circunstancias y sus efectos nos tranquiliza. Contar las experiencias desdichadas que guardamos en la memoria nos beneficia, ya que de este modo codificamos imágenes confusas y sensaciones dolorosas en palabras. Así podemos ordenar ideas y convertirlas en recuerdos más llevaderos. Sin embargo, no todos tenemos la misma la misma facilidad para hablar de cosas personales. La predisposición a contar nuestras intimidades es individual y está condicionada por muchas variables: forma de ser, experiencias vividas y costumbres sociales. El objeto de contar y compartir experiencias personales no es provocar angustia sino desahogarnos por eso no debemos presionar a nadie si no se siente seguro o preparado para ello